domingo, 27 de junio de 2010

f

Fedían
los fombres
el fermoso
fedor
de sus formonas
como fumo
flotando.
Facían a las fembras temblar,
afondando en sus fechas formas.
Y en las famacas
fornicaban
como felinos,
fabitando
los fornos
del infierno,
fundiéndose en el fuego
como dulces figos.

y allá

Un día, cuando tenga un turro de billetes, tomaré un taxi y un avión y llegaré hasta allá, donde tus pies tienen raíces ahora. A tu paraíso de olores y música, de catedrales donde la belleza provoca visiones de la muerte. A tu tierra de gatos y columnas viejas.

Y allá, vivo o muerto, te buscaré.
Y si muerto, me sentaré junto a tu tumba con un café, un cigarro y dos naranjas. Tomaré café en tu nombre, fumaré y, pelando naranjas hablaremos de Oliveira, de Bandini, de Jarmush. Como quien cuenta un cuento dulcemente, junto al lecho de un niño que no quiere dormir, te hablaré. Pero cada tanto guardaré silencio para escuchar tu voz. Y seré como una loca, como he sido, pero no importará porque eso es lo que hace la gente con los muertos. Amarlos como si existieran.
Luego me iré de ahí sin derramar una lágrima, porque no conocí más de ti que tu amor.

domingo, 13 de junio de 2010

significa trueno

Las calles de Talca son oscuras y en invierno frías. Las calles se cubren con una niebla espesa que brota toda de los alientos alcohólicos y se mezcla con el humo de las mismas bocas, en las mismas noches oscuras y frías. Las calles de Talca estaban llenas de grietas, de los más bellos mosaicos formados por adoquines viejos y patrones accidentados. Las calles de Talca gritaban "¡Escombros!" y ya eran trueno cuando Talca tronó.

Como antes de partir a un viaje exhorbitante, fue un trueno más bien silencioso al despertar. Tambores explosivos, tren escandaloso. Tren furioso de lado a lado y marea de tierra después de la tormenta, con sonido de bajos y tintineo de vasos.
Luego el silencio, el temblor en la piel, la espera muda y el respiro.
No es posible saber si después del temblor viene el trémulo o si es a la inversa.
Mi abuela, un fantasma, está ahí y sopla al oído "Esto va a pasar".
Para algunos no pasó, para otros sigue temblando, o bien es su corazón que se agita.

jueves, 3 de junio de 2010

confesión

Eran cinco campanas las que tocaban esa noche calurosa desde la vieja catedral. El campanario era lo único que había quedado en pie después de la catástrofe, sin su torre y sobre el suelo, como una gran glorieta quebrada. Cientos de estrellitas como lámparas brillaban entre las ruinas cuando llegamos al lugar, llevados por el cantar de los badajos. Una extraña calma nos llenó el cuerpo al ver la luz que emanaba de las luces diminutas. No habían sido puestas ahí por algún humano, como las campanas tampoco tocaban por la mano de alguien. Ese lugar había dejado de ser un templo de oraciones hacía mucho tiempo ya. Ahora era un espacio para la irrupción de los arbustos. Muchos habían crecido entre las ruinas y las zarzas ofrecían su fruta más mora, generosas. Estuvimos toda la noche en el lugar; una noche que prometió su calidez hasta la salida del sol. Las luces bailaban lentamente haciendo coro a nuestra confesión, provocando una vibración que llenaba de luz nuestras voces, mientras la música del hierro se silenciaba paulatinamente hasta apagarse. El sol atravesó los arcos del campanario y un silencio fresco sustituyó a la noche, que fue la primera de las noches sin lágrimas.