-¿Para qué el arte?- preguntó un día.
-Si ya existen las estrellas, las montañas, el fuego.
Para poner un reflejo de la famosa crueldad
y la infame belleza frente a los ojos.
Para recrear la vida y la muerte,
como un eco desesperado del universo.
Para recordar a qué se viene,
para replicar el sentido y el pulso.
Para dar un grito y decir
"aquí estoy, como me llamaste,
aquí estoy para ser y no soy nada
si no llego a ser el brillo de tu espejo".
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