-Dónde estás- le preguntó ella por el teléfono.
-En la vereda del río, en la rivera de la calle- respondió.
-¿Volverás a la casa?
-Volveré cuando te vayas.
-Yo nunca me iré.
-Entonces no regresaré jamás. Me quedaré recorriendo todos los caminos hasta volverme mendigo y un día me verás sucio, hambriento, sediento, susurrando frases inconexas como secretos revelados a los transeúntes.
Y me darás plata para que tome vino.
Luego te preguntaré si aún vives ahí, en esa casa con ventanas pequeñas que llenaste de plantas carnívoras que se metían en la tina cuando me estaba bañando, que urgaban en mi plato cuando estaba almorzando, que me devoraban los dedos de los pies cuando estaba durmiendo.
Me responderás que no, que el día que no yo no volví, tú hiciste las maletas, partiste a vivir con tu padre y el gato quedó en la casa de la vecina, la del almacén, la que vendía guagüitas de malva a 100 pesos la bolsita.
Y sabes lo que pasa Carolita? Que es mucho lo que me pasa cuando te leo hija. Y me asombro, me maravillo, me sorprendo, me asusta tu intensidad, la profundidad y la posibilidad de la creación...de lo que puedes...
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